miércoles, 14 de septiembre de 2016

Por qué Trump da tanto miedo


Mucha gente cree que con Trump el mundo va a ser un sitio más peligroso. Yo creo que va a ser un sitio mucho más divertido. Primero, porque no creo que alguien que ha desarrollado su carrera profesional con tanto éxito en tantos ámbitos de repente se haya vuelto loco a los 70 años. Eso no tiene sentido. Nadie pierde el juicio así porque sí de la noche a la mañana. Y Trump, hasta su entrada en la carrera presidencial, era una figura básicamente respetada y querida en EE.UU., en especial por las minorías. Entonces, ¿por qué a algunos les da tanto miedo?

Donald Trump utiliza una técnica negociadora que consiste en lanzar una primera oferta muy agresiva para luego ir bajando hasta llegar a lo que en realidad era su objetivo. Así consigue que a la hora de cerrar un trato, la contraparte negociadora crea que los dos han cedido. Lo explica él mismo en sus libros y lo ha contado en entrevistas. No es un secreto. Tampoco es raro ver esto en los negocios o en la política —de hecho es lo habitual—, sólo que Trump lo lleva al extremo. Y lo lleva al extremo porque le funciona, porque como ha demostrado en la campaña, consigue convencer a la gente de que no tiene problema en llegar hasta las últimas consecuencias. ¿Cómo? Rectificando sólo cuando él quiere —no cuando se lo piden, en ese caso suele redoblar la oferta— y no pidiendo nunca perdón.

Por ejemplo, en inmigración, su oferta inicial era construir un muro gigante en la frontera con Méjico y deportar a 11 millones de sin papeles. Sin embargo, a lo largo de la campaña esta oferta ha ido variando. Ahora ya no habla de expulsar a todos los ilegales, sino que se centra en que hay que deshacerse de los criminales y delincuentes. Obviamente, Trump aún no puede decir que el resto podrán quedarse. Eso causaría un efecto llamada y le restaría votos. Pero sí ha empezado a matizar que hay casos y casos, que endurecerá los exámenes para obtener la ciudadanía y que, en todo caso, en su momento ya se verá. Objetivo inicial (que la gente acepte que hay que expulsar a los delincuentes en vez de hacerse cargo de ellos hasta que mueran) conseguido.

Con el muro pasa tres cuartos de lo mismo. Su primera oferta fue que construiría un muro gigantesco y que Méjico se haría cargo de la factura. En un primer momento, Méjico dijo que ese muro no vería la luz. Ahora ya lo acepta, pero sostiene que no lo piensa pagar. Veremos cómo acaba, pero Méjico tendrá que hacer concesiones en la renegociación de sus tratados de libre comercio si no quiere que Trump se lleve todas las empresas americanas que se han establecido en su territorio (o por lo menos esto es lo que Trump hará creer a los líderes mejicanos). Aunque esto no es todo. También tiene que convencer al Congreso para que apruebe la construcción de ese muro. ¿Cómo? De nuevo, haciéndole creer que ha cedido en algo. Por ejemplo, en que a cambio él retirará la idea de deportar a 11 millones de personas, algo que obviamente ni se le ha pasado por la cabeza llevar a cabo, pues como digo no está loco, sino que simplemente negocia de forma muy agresiva. Win-win.

Otro de los argumentos en contra de Trump es que es un maniaco egocéntrico que no se deja guiar por nadie, que no escucha a los expertos y que, en consecuencia —cómo no— va a poner al mundo en peligro. ¿De verdad? Observemos más detenidamente. ¿Alguien conoce a algún líder político que no tenga un altísimo concepto de sí mismo? Otra cosa es que finjan y se auto-humillen porque creen que así conectan con el votante, ¿pero de verdad alguien cree que Hillary Clinton es una persona humilde? Además, ¿qué ha hecho Trump a lo largo de su campaña cada vez que los números y las encuestas iban para abajo? Voilà: despedir a su director de campaña. Sin pestañear. ¿Qué nos indica esto? Que Trump se toma en serio a los expertos, y que cuando éstos no hacen bien su trabajo, en este caso mantener o aumentar sus números en las encuestas, los sustituye sin pensarlo dos veces.

Veamos ahora qué hace su rival ante las recomendaciones de sus expertos. Como todos sabéis, este fin de semana, durante el aniversario del 11-S, Hillary se desmayó ante las cámaras, al parecer a causa de una neumonía. ¿Por qué le pasó esto? Básicamente, porque ignoró la recomendación de su médico de que tenía que tomarse unos días de descanso. Si Hillary, con tal de recaudar unos pocos fondos y ganar unos pocos votos, es capaz de ignorar de esta manera a alguien que sabe mucho más que ella en un tema que afecta a su propia salud, ¿qué no hará si cree que tiene que bombardear un país para mejorar su popularidad, a pesar de que los generales le digan que no es buena idea? De hecho, la ex secretaria de Estado es famosa por su tendencia a apoyar guerras o soltar los F-16.

¿Quién parece ahora más peligroso?

A Trump también se le acusa de ser un inútil, pero tendría que ser un inútil muy listo cuando ha triunfado en todo lo que se ha propuesto, desde los negocios a la política, pasando por la industria del entretenimiento y la televisión. Y sí, ha tenido algunas quiebras, pero siendo honestos son mínimas en comparación con su volumen de negocios. Además, han sido gestionadas de tal manera que tampoco han afectado al resto de la marca. Todo lo contrario que Hillary, que cuando no está envuelta en un escándalo de corrupción, lo está en la mala gestión de una guerra. O de su servidor de correo electrónico. O de una gripe. En resumen, mientras Trump da la sensación de superar siempre las expectativas, ella siempre parece que se queda por debajo. El ejemplo más reciente son las primarias, donde nadie apostaba un duro por él y todos daban por hecho que lo de ella sería un paseo triunfal. Al final, Trump se merendó a 16 rivales y ella se las vio tiesas para vencer a un completo desconocido.

¿Por qué creo que Trump hará del mundo un sitio más divertido? Es simple, su autenticidad es entretenida. Ni el más furibundo militante anti-Trump puede evitar sonreir cuando dice una de las suyas. Y como ya he dicho, cuando le pillas el chip no da ningún miedo. Sabes que no se va a meter en líos con nadie que no intente meterle en líos a él. Si tú no le atacas, él no te ataca. Si le tratas bien, él te trata aún mejor. Eso es todo lo que tienen que saber Rusia, China, Irán y cualquier otra potencia que intente perjudicar a EE.UU. Eso es lo que él quiere transmitir cada vez que se mete con el New York Times, la CNN o algún republicano díscolo ávido de atención mediática: si me golpeas, que sepas que yo te devolveré el golpe por tres. No haré como esos políticos que por delante ponen una cara y por detrás te la clavan. Así que ándate con ojo. Y a los demás, disfruten del espectáculo.

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