viernes, 1 de julio de 2016

Después de las elecciones

El Partido Popular venció las elecciones transmitiendo la idea de que es el único partido capaz de dar tranquilidad al país. Ahora mismo, el estado de ánimo general del electorado es que poco a poco nos estamos recuperando de una crisis monumental y que lo último que necesita España es una aventura de final incierto, por muy bonita que suene. Pero a diferencia de lo que se sostiene en tertulias y mesas de debate, el PP no convenció a los votantes con su ‘campaña del miedo’, o no sólo, sino sobre todo con su actitud pasiva durante las negociaciones de cara a la investidura. El simple hecho de quedarse quieto mientras los demás hacían ruido y la prensa se ponía nerviosa fue más eficaz que cualquier consigna a la hora de persuadir al electorado de que Rajoy es el mejor candidato para manejar este momento de ansiedad colectiva e incertidumbre.

Como digo siempre, en política los hechos no importan. Los partidos que basan sus campañas en hechos y datos objetivos no tienen la menor posibilidad de ganar. El caso más reciente lo tenemos en UPyD, que se ha estrellado varias veces hasta el punto de desaparecer repitiendo cifras y propuestas muy argumentadas y lógicas. La realidad es que los hechos sólo sirven para ayudar a reafirmar al votante una vez se ha decantado por una de las opciones. Lo realmente importante en política es conectar emocionalmente con los votantes. De ahí que el Brexit haya ganado en el Reino Unido o que un candidato como Donald Trump haya arrasado en las primarias del Partido Republicano en EE.UU. En el caso español, está claro que el PP ha sido el partido que mejor ha sabido conectar con el estado de ánimo del país. Incluso la campaña diaria de La Sexta durante años, con todos esos tertulianos indignados diciendo que todo está mal y que España no hay por dónde cogerla, irónicamente y gracias al carácter templado de Rajoy ha ayudado al PP a sortear la hecatombe general en perjuicio las opciones ‘del cambio’, en especial a las que más ruido han hecho, esto es, de Podemos y Ciudadanos.

Así pues, en este momento en el que los partidos de la oposición están digiriendo sus malos resultados, me voy a permitir darles un par de consejos. En primer lugar, les sugiero que dejen de hacer análisis demoscópicos y empiecen a leer mi blog. Lo que ha pasado es lo que he descrito arriba y lo que llevo diciendo en mis últimas entradas. Nada más. Las elecciones no se ganan apelando a la razón, se ganan persuadiendo al votante. Basta con analizar el estado de ánimo de la sociedad y darle lo que pide a nivel emocional. Ahora mismo, lo que quiere la mayoría de la sociedad española es un poco de tranquilidad. Eso es todo. Estamos saliendo de una crisis, llevamos dos años ininterrumpidos de campaña electoral y en la televisión todo son gritos y malas noticias, incluyendo los programas deportivos y de cotilleos. Encima acaba de llegar el verano, las rutinas de la gente cambian, y eso, aunque parezca mentira, aumenta nuestro nivel de ansiedad (de ahí que tantas parejas rompan en esta época). En definitiva, el votante medio está deseando poder decir ‘por fin’.

Si los partidos políticos y sus satélites mediáticos se empeñan en repetir el circo de las dos anteriores legislaturas, es muy probable que en las próximas elecciones el PP de Rajoy logre la mayoría absoluta más abultada de la historia española, ya sea dentro de 3 meses o de aquí a 4 años. Por tanto, mi consejo para Sánchez, Iglesias y Rivera es que desde ya mismo se relajen, faciliten un gobierno lo más estable posible, hagan una oposición tranquila y busquen buenos expertos en persuasión que les permitan llegar fuertes a la próxima cita con las urnas. Nadie va a dejar de votar a un partido dentro de cuatro años porque hoy apoye una u otra medida. Para empezar, porque incluso el más sectario de los votantes tiene memoria de pez, y si un partido cuenta con un buen experto en persuasión (si está familiarizado con la hipnosis, mejor que mejor) bastan unos pocos meses, incluso semanas, para que ese votante vuelva al redil o cambie de opinión. No hay más que ver cómo ha cambiado la correlación de fuerzas en el Congreso en apenas 6 meses.

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